En pocos días más, con el inicio de la zafra, el paisaje tucumano adquirirá otra fisonomía, a la cual estamos acostumbrados los tucumanos. Algunas rutas se poblarán de vehículos con carros helvéticos que transportan la caña de azúcar hasta las fábricas entre fines de abril y noviembre-diciembre. Al comienzo irrumpen con timidez, pero a medida que transcurren los días, van ganando protagonismo y se convierte en sinónimo de dolor y muerte. Por falta de luces, por exceso de carga, por imprudencia de los conductores o por falta de un control eficaz, todos los años las rastras cañeras son causa de accidentes.
Las estadísticas señalan que alrededor de 7.000 vehículos circulan diariamente solo por la ex Ruta 38, y a estos se suman en otoño-invierno los transportes cañeros: rastras tiradas por camiones, tractores y hasta por caballos. La crónica policial de nuestro diario da cuenta a menudo de los episodios viales en los que están involucrados estos vehículos.
Al promediar junio y casi hasta el fin de la molienda otro de los males crónicos se apodera del cielo provinciano. Las cenizas, producto de la quema de cañaverales y pastizales, se convierten en visitantes indeseables, portadoras de algunos males. El hollín entra por los ojos y por la nariz, puebla los patios y plazas, ensucia la ropa. Un investigador de la Universidad Tecnológica de Tucumán explicó en una oportunidad que las partículas más pequeñas, menores a 10 micrones, pueden transportar contaminantes riesgosos. Afirmó que son dos los indicadores sobre la polución ambiental en la provincia: el crecimiento del parque automotor y la quema de cañaverales para la zafra.
En 2011, la Justicia Federal le encargó una investigación a la Cátedra de Toxicología de la Facultad de Bioquímica de la UNT. El informe señaló que en la quema de caña se liberan gases, compuestos orgánicos persistentes, ceniza y humo. “Tal vez como todas las sustancias liberadas en el acto de la quema de cañaverales, matorrales y otras hierbas no producen lesiones o afecciones de carácter agudo, no se les da trascendencia. Pero dentro de unos años lamentablemente, así como estamos viendo un aumento de enfermedades respiratorias, se pueden esperar cánceres”, se explicó en el trabajo. Esta polución incide en trastornos severos de alergias, asma, edema pulmonar, cloracné, y conjuntivitis, entre otras dolencias. En varias ocasiones las cenizas han afectado la actividad del aeropuerto Benjamín Matienzo, que tiene cañaverales en su cercanía, hasta el punto que tuvieron que cancelarse vuelos por la contaminación atmosférica. Ahora que la aerostación ha recuperado su categoría de internacional y que se han multiplicado los vuelos, sería una vergüenza que esta mala costumbre se repitiera.
Aunque desde hace una década la ley prohíbe la quema de caña como método auxiliar de la cosecha, los ingenios están impedidos de recibir caña quemada y la sanción pecuniaria oscila entre los $ 200.000 y los $ 3 millones, esta práctica dañina no ha cesado a lo largo de los años. Si la sequía se extiende hasta septiembre, según se ha pronosticado, el futuro inmediato que nos espera en materia ambiental no es muy esperanzador. Aunque ya se deberían haber tomado las previsiones del caso, sería importante que el Gobierno se ocupara a la brevedad de este serio asunto atenta contra la salud y la vida de los tucumanos.